miércoles, junio 07, 2006

Prólogo

… Y hay que aceptarlo: tú ya no estás. Dices que no me dejaste, dices que no dejaste a mi hermana, pero date cuenta que ya no estás para ninguna persona y no lo vas a estar más. Ni para mí ni para ella ni para nadie de esta vida que dejaste. Tú lo elegiste así y no te condeno por ello… tampoco te justifico.
Te lo vas a perder todo, ¿No te das cuenta? ¿O simplemente no te interesa? Es cierto que son otras etapas, pero no por eso menos importantes que las anteriores. Y no vas a estar ahí. Tantas anécdotas que no vas a tener la oportunidad de escuchar ni nosotras de contártelas.
Visitas cada vez más distantes, llamadas cada vez más reducidas. Te vas convirtiendo en un perfecto extraño. Lo quieras o no ya no eres quien solía amar, sólo reconozco la cáscara, lo externo y superficial. Tu esencia gradualmente desparece. Cada día te conviertes con más fuerza en un recuerdo. Afortunadamente un buen recuerdo.
Sin embargo, te seguiré visitando con el pasar de los años. Probablemente muy poco, pero lo haré. No me interesa mezclarme en tu nueva vida. Soy parte de la antigua y lo sé.
Espero algún día dejes los quejidos y respondas con un “bien” cuando te pregunte como estás. Así es la vida querámoslo o no. Envejecerás y mis visitas, en ese entonces “obligatorias y casi por caridad”, van a disminuir como las tuyas en este momento. Probablemente también culpe al trabajo y las miles de responsabilidades que debo cumplir como también es probable que tenga las suficientes agallas para decirte que no es fácil perdonar…