Hace ya tanto tiempo atrás...
¿Hasta donde es posible llegar?
¿Es que terminó siendo una ficha de su propio juego?
Debe ser objetiva. Las cosas no funcionan desde dentro.
Debes ser el jugador, no la ficha.
Pero ya no sabe en que posición está. Quizá tampoco le interese.
Las cosas se le escapan de las manos.
La que se creyó experimentadora terminó por ser su propio conejillo de indias.
¿Es tan difícil acaso permanecer inmune a cada reencuentro?
Ella lo fabricó. Ella lo debe destruir.
Ella es el jugador.
¡No le permitas cambiar los papeles!
Puede que él no lo sepa.
Es demasiado egocentrismo subestimar a quien te destruyó.
No resultó como lo esperaba. Es mejor abortar el proyecto.
Ella no es Pavlov. Él no es perro.
Su vida no es un juego… o eso pretende creer.
Prólogo
… Y hay que aceptarlo: tú ya no estás. Dices que no me dejaste, dices que no dejaste a mi hermana, pero date cuenta que ya no estás para ninguna persona y no lo vas a estar más. Ni para mí ni para ella ni para nadie de esta vida que dejaste. Tú lo elegiste así y no te condeno por ello… tampoco te justifico.
Te lo vas a perder todo, ¿No te das cuenta? ¿O simplemente no te interesa? Es cierto que son otras etapas, pero no por eso menos importantes que las anteriores. Y no vas a estar ahí. Tantas anécdotas que no vas a tener la oportunidad de escuchar ni nosotras de contártelas.
Visitas cada vez más distantes, llamadas cada vez más reducidas. Te vas convirtiendo en un perfecto extraño. Lo quieras o no ya no eres quien solía amar, sólo reconozco la cáscara, lo externo y superficial. Tu esencia gradualmente desparece. Cada día te conviertes con más fuerza en un recuerdo. Afortunadamente un buen recuerdo.
Sin embargo, te seguiré visitando con el pasar de los años. Probablemente muy poco, pero lo haré. No me interesa mezclarme en tu nueva vida. Soy parte de la antigua y lo sé.
Espero algún día dejes los quejidos y respondas con un “bien” cuando te pregunte como estás. Así es la vida querámoslo o no. Envejecerás y mis visitas, en ese entonces “obligatorias y casi por caridad”, van a disminuir como las tuyas en este momento. Probablemente también culpe al trabajo y las miles de responsabilidades que debo cumplir como también es probable que tenga las suficientes agallas para decirte que no es fácil perdonar…
Un día especial
-¡Maldita loca, deja de mentir! ¡¿Cómo te es tan difícil pensar antes de hablar?!-. Una vez más sus rasgos limítrofes se dejaban percibir y amenazaban con hacerla perder todo control de sus actos. Sus gritos estridentes causaban un eco ensordecedor en esas inmundas paredes a las que llamaba hogar. Destruía todo a su paso; incluso a ella misma…
-¡No me digas que no te acuerdas de todo lo que nos has hecho, estúpida mentirosa!-. Su temerosa interlocutora quiso responder, sin embargo, no quedó más que en la intención. Su agresora había estudiado cada uno de sus pasos por años, no la dejaría nuevamente salirse con la suya.
-No, no, no, no, no, no. Espera un poco que te voy a decir exactamente lo que vas a hacer ahora y, por favor, dime si me equivoco ¿Ya?... Ahora vas a alterar la realidad para plantearla tu beneficio ¿Cierto? ¡Pero si eres una mártir!... Te sigo, te observo, te conozco… no me la haces otra vez…-.
Aquella mujer la miraba con los ojos ahogados en la angustia. El silencio hacía cada vez más tenso el ambiente. Los segundos convertidos en horas hacían eterno ese cáustico monólogo. La acongojada “víctima” pensó en decir algo, hizo el esfuerzo de gesticular la primera letra de la oración, pero…
-Y, por favor, no digas que te importa mi opinión porque sólo escuchas lo que quieres. Inventas, mientes, deformas. Tu vida entera es una mentira porque has distorsionado a tu beneficio cada recuerdo de tu memoria… ¿Querías un asilo cuando vieja? ¡A un manicomio debería mandarte!-.
Se detiene frente a su llanto. Ya no sabe quien está más loca; si aquella a quien se dirige o ella misma que continúa el juego.
Se acerca y la acaricia largamente para apaciguar las lágrimas.
-Disculpa… y feliz día, mamá…-.
Una noche junto a ti...
Me gusta envolverme en un capullo mientras tú no necesitas más de una prenda…
Me gusta crear un nido para que termines durmiendo fuera de él…
Me gusta que interrumpas mi sueño porque se te ocurrió comer flan y papas fritas…
Me gusta que me obligues a lavarme los dientes después de comer…
Me gusta que insistas en ver televisión mientras yo intento dormir…
Me gusta como saltas cuando tus músculos se relajan justo antes de entrar a la fase REM…
Me gusta despertar a acomodarte porque me estas roncando en una oreja…
Me gusta despertar antes que tú en la mañana y sentirte tan indefenso…
Me gusta darte los primeros besitos al inicio del día…
Me gusta conversar en la cama intentando esconder el inevitable aliento matutino…
Me gusta prenderme de ti como un koala hasta que llegue la hora de levantarnos…
Me gusta…